El exterior de la Mezquita de Córdoba presenta un aspecto fortificado, exhibiendo un diseño defensivo mediante la alternancia de cabeceros y travesaños, un método de construcción romano para reforzar los muros. El exterior también presenta pesados contrafuertes y un tejado almenado, que dan la impresión de una fortaleza segura, contribuyendo aún más a su aspecto fortificado. Es posible que estas fortificaciones se vieran influidas por las revueltas e intrigas a las que se enfrentaron durante el dominio omeya en Córdoba.